Importante puerto de Cataluña, fue durante siglos capital primero de la Hispania Citerior romana, posteriormente de la Provincia Tarraconense, capital eclesiástica durante numerosos siglos y, desde su creación, de la provincia homónima.
En patente de sanidad emitida el 2-9-1801, aunque debió de ser dibujada años antes, muestra un grabado con la vista de pájaro de la ciudad, en la orilla del mar Mediterráneo, en cuyas aguas se representan varias embarcaciones, desde galeras, que durante siglos dominaron las aguas de dicho mar, hasta navíos de alto bordo, idóneos para la navegación oceánica.
Ante la ciudad un espigón o el inicio del mismo facilitaba el embarque, y varias barcas aparecen varadas, alguna de ellas atendida por la carpintería de costa, que calafateaba sus quillas; a la vez algún pescador de caña pasa el tiempo esperando que algún pez pique el anzuelo. En la playa, ante las murallas, también aparecen edificaciones que probablemente estaban al servicio de las actividades portuarias. Pronto cambiaría dicho panorama, pues los trabajos de renovación del puerto de Tarragona habían sido aprobados el año 1790 por la Junta Suprema del Estado, pero quedaron aplazados por falta de medios para su ejecución.
La representación de la costa se extiende desde la ciudad hasta la inmediación del cabo de Salou por el sur, en el que se representa una de las torres que lo defendían. Las defensas del puerto formaban un recinto que se extendía entre el baluarte de los Canónigos y la torre del Puerto, de planta hexagonal, ambos disparando su artillería; la citada torre del Puerto existió hasta que en 1792 fue ordenada su demolición para renovar las fortificaciones portuarias de la plaza.
Frente al río Francolí, integrado en el recinto defensivo, aparece el Fuerte Real o de los Valones, proyectado en 1641 por el ingeniero militar Antonio Gandolfo con planta pentagonal, aunque sería edificado cuadrado, con baluartes en sus vértices. Fue derrocado durante el sexenio revolucionario (1868-1874), junto a otras fortificaciones de Tarragona.
Entre el recinto que defendía el puerto y el que amparaba el frente marítimo de la ciudad se situaba un espacio dedicado a la agricultura, con fincas cercadas, como el huerto de los Canónigos y edificaciones notables, como el convento de Capuchinos, que destaca por el volumen de su fábrica con campanario coronado por una cruz. En dicho espacio se representan un cazador disparando, un agricultor con su acémila y dos frailes, presumiblemente capuchinos, que se dirigían a su convento.
El resto de las murallas que defendían la plaza aprovechaba parte de las defensas del recito romano, reforzadas con artillería, especialmente frente al mar, donde se suceden los baluartes de Cervantes, que debe su denominación al apellido del cardenal del siglo XVI que promovió su edificación, de Jesús, de San Juan y de San Pablo, denominaciones que muestran la reiterada sacralización de la defensa de las fortificaciones de la costa española.
Intramuros se concentra el caserío, sobre el que destacan torres, espadañas y cruces de los edificios eclesiásticos y, coronando la ciudad, la mole de la catedral marca con su imponente volumen el vértice piramidal de la representación. Una corte celestial, entre nubes, protege a sus habitantes, presidida por la Inmaculada Concepción, flanqueada por los santos Pablo, con su espada, y Tecla, con la palma del martirio en la mano, un león a sus pies y la tau en el hábito.
La tau letra 19ª del alfabeto griego, remonta sus antecedentes a la taw del alfabeto fenicio y a la taf o tav, última letra del hebreo. Este emblema, que simboliza la cruz, también aparece en representaciones de los santos Antonio Abad, de los siglos III y IV, y Francisco de Asís (1181-1226), que la llegó a emplear como firma, considerándose en la época en que vivió que protegía contra la peste.
La sacra reunión aparece flanqueada por dos escudos:
Las armas de Aragón, en campo de oro, cuatro palos de gules, con corona abierta por timbre.
El escudo municipal de Tarragona, que se remonta al siglo XIV, muestra en campo de oro, cuatro verados en ondas de gules en palo, timbrado con corona de príncipe, abierta con ocho florones, pues desde el año 1173 Tarragona fue jurisdicción real, surmontado de una palma de sinople, privilegio que fue concedido por Felipe IV el año 1645, para premiar la adhesión de la plaza al bando real durante la Guerra de Cataluña o de los Segadores, en catalán dels Segadors, uno de los episodios de la Guerra de los Treinta Años, en el que Cataluña cambió de bando en el conflicto, transformando su población en súbdita del rey de Francia, hasta que las armas de los monarcas españoles recuperaron la soberanía del principado, salvo los territorios del Rosellón y la Cerdaña, situados al norte de la línea de cumbres de los Pirineos que son desde entonces territorio francés.
Esta patente de sanidad carece de referencia que facilite la identificación de su autor y del impresor.
© Antonio Gil Albarracín
Doctor en Historia
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